Nos hallamos en una época donde el espacio se da a nosotros en la forma de relaciones de emplazamientos.
Michel Foucault. Des espaces autres.
El espacio se estrecha cuando el espíritu está angustiado. Psíquicamente, los muros de la casa son elásticos y la casa se vuelve extensa e inclusive infinita cuando es un refugio potencial. Sin embargo, ante la ansiedad, la morada se hace pequeña. Tales han sido los hallazgos fenomenológicos de Gaston Bachelard en su estudio de la literatura que versa sobre los espacios.
La imaginación traza las formas que vibran en el alma que anhela y que el espíritu siente que son hogar. En la poesía, en la literatura fantástica, en las canciones y hasta en el humor se hacen evidentes los conflictos del espacio que habitamos, del espacio al que pertenecemos y dejamos de pertenecer, de los espacios soñados y de la amplia variedad de techos que construimos para cada cosa.
Y ocurre que ante el conflicto y la incertidumbre todo se vuelve un dilema binario Dentro-Fuera. La geometría nos ataca, nos ciega y hace que veamos solo sís y nos o un, como diría Hamlet: “Ser o no ser”. Un dilema sobre lo negativo y lo positivo radicaliza nuestro juicio. Si dudamos y colocamos entre signos de interrogación el refugio, lo de adentro y lo de afuera se vuelven muy íntimos: el espacio interior no es claro y el exterior pierde su vacío. Y queremos irnos. Y todo lo demás es posible: en otro lado es siempre mejor, así respiramos…binariamente.
…el verdadero escándalo de la obra de Galileo no es tanto haber descubierto, haber redescubierto más bien que la Tierra giraba alrededor del Sol, como haber constituido un espacio infinito e infinitamente abierto.
Michel Foucault. Des espaces autres.
Pero es que, si tomamos la palabra del mismo Foucault, han sido los adultos quienes han inventado todos los espacios, todos los contraespacios, han inventado también a los niños y les han comunicado cómo han organizado sus utopías: esos lugares reales fuera de todos los lugares. Los niños los conocen bien y luego los recuerdan a sus padres. Es de este orden el relato El contribuyente, de Ray Bradbury. Es una de sus Crónicas marcianas, donde con ironía y elocuencia, en una historia fantástica pero que nos toca porque tiene la verosimilitud de nuestras fantasías no tan secretas, nos cuenta mucho de este anhelo de lo de fuera:
Se trata de Pritchard, el contribuyente, quien diligentemente se preparó para irse. Marte era su destino porque quería irse de la Tierra. Irse de la Tierra era lo que hacía la gente con sentido común. Partir antes del estallido de la gran guerra atómica, la censura, el arte, la ciencia, el servicio militar el estatismo..de hecho, ofreció, a los hombres uniformados apostados a las puertas de la estación, la mano derecha, el corazón, ¡la cabeza! por esa oportunidad. A fin de cuentas, él tenía derecho porque pagaba impuestos. Los uniformados sabían del fracaso de las expediciones anteriores mientras Pritchard se imaginaba en un país de leche y miel del que los viajeros anteriores no hubieran querido regresar…El cohete despegó luego de haber sido sacado a rastras del lugar. Un vez dentro de la patrulla policial a donde fue arrastrado, sintió la trepidación y vió el fuego rojo desde la ventana donde tenía pegada su cara llorosa…el cohete plateado se elevaba sin él…
Otro caso diferente –aunque a la vez análogo– es el de Otrova Gomas, quien regresó de Pomerania. Jaime Ballestas nos ilustra con una historia llamada Jamás volveré a Pomerania. El personaje se queja de la recriminación general por su retorno de Pomerania. Toda su familia incesantemente se lo reprocha y le increpa a expresar las razones de tal abandono. Se arrepiente, siente que ha sido injusta la insistencia porque justamente el retorno era por estar cansado de tal lugar. Inclusive otros que salieron también se lo reprochan a él, porque según dicen, fue él quien los sacó. Es ahora, cuando no están allá, que sienten haber sido felices para entonces. Desde Pomerania también otros le insisten con lo mismo, inclusive quien dice odiar ese lugar. La pesadilla consiste hasta en echar en cara que el comportamiento de Otrova Gomas es creerse que está en Pomerania. Cualquier cosa mala no le hubiera pasado si se hubiera quedado allá, le aseguran con insistencia. Y él está tan harto del reproche como seguro de no querer volver…¡jamás! Sobre todo porque, muy en el fondo, si lo hubiera hecho, si se hubiera quedado, todos le recriminarían el porqué se ha quedado en Pomerania.
¿Cómo saber adónde ir? ¿Cómo saber si quedarse? ¿Por qué irse y para qué? Es cuestión de mirarnos al espejo, si es que se puede llamar así…
El espejo, despues de todo, es un utopía, puesto que es un lugar sin lugar. En el espejo me veo allí donde no estoy, una suerte de sombra que da a mí mismo mi propia visibilidad, que me permite mirarme allí donde estoy ausente: utopía del espejo. Pero es también una heterotopía, en la medida en que el espejo existe realmente y en que tiene, sobre el sitio que yo ocupo, una suerte de efecto de rebote: es a partir del espejo como yo me descubro ausente en el sitio donde estoy, puesto que me veo allí.
Michel Foucault. Des espaces autres
Me encanta. Relata nuestras grandezas y pequeñeces, que vivimos sin reconocer sus diferencias en el momento de vivenciarlas.