Esta noche había en el aire un olor a tiempo. Tomás sonrió ¿Qué olor tenía el tiempo? El olor del polvo, los relojes, la gente ¿Y qué sonido tenía el tiempo? Un sonido de agua en una cueva, y una voz muy triste y unas gotas sucias que caen sobre cajas vacías y un sonido de lluvia. Y aún más ¿A qué se parecía el tiempo? A la nieve que cae calladamente en una habitación oscura, a una película muda en un cine muy viejo (…)
Ray Bradbury. Crónicas marcianas
Para mí la música es una hermosa transformación del tiempo, del devenir. De la misma manera, la música se percibe y se transforma en movimiento, con el baile y con el ensueño melódico. Un-a bailarin-a siente cómo el tiempo y la música siguen el curso del movimiento. Son fenómenos espontáneos de percepción y creación, y son simultáneos.
Muchos hacemos vinculaciones que nos parecen claras entre lo percibido por un sentido y por otro. Al ver a alguien alejarse, aún podemos escucharlo. Si no lo vemos, quizás dejamos de escucharlo. Concurren dos sentidos de manera complementaria. A mí me ocurre que soy miope desde pequeña y me sucede que cuando alguien me habla y no lo veo bien, no lo escucho o no lo escucho bien. Eso depende de la distancia que tenga de mí. En algunos casos, colocarme los anteojos es escucharlo con más claridad. Esto resulta extraño a muchos, salvo a algunos otros miopes que conozco.
Hay muchas maneras en que se asocian unas percepciones a otras. Desde el arte se proponen cosas como la que hizo Arthur Rimbaud, quien escribió un poema donde asimila las vocales a objetos y a sensaciones específicas. Antes, Charles Baudelaire introduciría esta noción con su poema Correspondencias, donde se postula la confusión o respuestas recíprocas de perfumes, colores y sones. Pueden ver aquí un análisis del poema.
Pero…¿a quién le parece que un sonido es azul o verde? Bueno, eso quizás para quienes han conocido los colores desde que nacieron. Ví en internet el caso de una persona que nació con acromatopsia (la percepción visual desprovista de colores) y se implantó una antena como prótesis, que genera un sonido para cada color. Su nombre es Neil Harbisson y se autoconsidera una obra de arte cyborg, además de defender el transhumanismo. Según este reportaje, también percibe los sonidos correspondientes a los infrarrojos o ultravioletas y dice que puede comunicarse con satélites y percibir colores del espacio exterior. Desde un punto de vista amplio, en nuestra contemporaneidad tecnológica no es difícil autoconsiderarse cyborg si nuestros smartphones son una prótesis que nos permite interpretar casi instantáneamente una gran cantidad de cosas que de otra manera no pudiéramos. Creo que eso es una discusión amplia y pertenece a lo que llamamos transhumanismo o h+.
Dejando a un lado las prótesis, antenas y todo aquello que nos hace cyborgs o sintetiza sensaciones venidas de varios órganos simultáneamente, debemos saber que nuestra experiencia del mundo no es una simple acumulación de percepciones que han entrado y se procesan por separado por los diversos sentidos. Según el socioantropólogo David Le Breton, nosotros sentimos en conjunto, es decir,
Los sentidos concurren en conjunto para hacer que el mundo resulte coherente y habitable. No son ellos quienes descifran al mundo, sino el individuo a través de su sensibilidad y su educación. Las percepciones sensoriales lo ponen en el mundo, pero él es el maestro de la obra. No son sus ojos los que ven, sus orejas las que escuchan o sus manos las que tocan; él está por entero en su presencia en el mundo y los sentidos se mezclan a cada momento en la sensación de existir que experimenta.
David Le Breton. El sabor del mundo.
Sí, en nuestra vida diaria los estímulos se entremezclan continua e infinitamente. De hecho, eso se debe a que nacemos hiperconectados neuronalmente, pero que poco a poco luego se van cortando tales vínculos y podemos separar conscientemente la procedencia del estímulo. Pero hay personas que conservan esa hiperconectividad y, en razón de un estímulo auditivo, por ejemplo, neuronalmente se les dispara una imagen de color.
A la conjunción instantánea de sensaciones se le llama sinestesia. Entre las manifestaciones más corrientes de sinestesia está la musical. Un ejemplo de ello es el músico y compositor Michael Torke, quien ha creado piezas instrumentales que son para él un juego de colores y sus matices dadas con fluidez y armonía melódica. Al cliquear en cada título, podemos acceder al enlace Youtube donde puedes escuchar la pieza instrumental que para el compositor está investida del color que le da nombre: Ecstasy Orange, Green music, Bright Blue music, Yellow pages. Dejo directamente aquí un movimiento de su obra Rapture – 1. Drums and Woods, que seguro es una muestra de su asociación entre los sonidos de la percusión y el bosque:
Torke posee un oído absoluto. Su sinestesia musical asociada con colores le hace inequívoca la identificación del tono: la escucha de una nota con la aparición del color en su imaginario hace que la nota le sea inconfundible. Sin lugar a dudas (para él) la Sol menor es de un amarillo brillante; Re menor, tiene el aspecto cromático del silex o grafito y, el Fa menor, terroso y ceniciento. Inclusive, siente que algunas tonalidades poseen matices extraños que tampoco ha visto en el mundo que le rodea. Desde muy pequeño caracterizaba las canciones con colores a la manera de: «me gusta la canción azul». Se trata de personas que han crecido y vivido toda su vida sin percatarse que esta correspondencia de sensaciones son singulares y que no las poseen todos los humanos.
Dejando de lado el caso de una sinestesia musical vivida por un compositor, debo citar el caso de una joven pintora que encontré en la red en este sitio. Su nombre es Melissa McCraken. Por ejemplo, ella relaciona ritmos como el funk con estilos pictóricos coloridos y saturados, el sonido de la guitarra con el dorado, mientras el piano le produce una sensación visual marmoleada. De su repertorio de pinturas, traigo su representación de All I need, una canción de Radiohead, y Life on Mars, de David Bowie. Pero entonces me pregunto si se trata de arte abstracto cuando es eso lo que ella «ve», ¿No es, más bien, un estilo figurativo sinestésico? Bueno, no soy crítica de arte ni artista plástica, así que quizas digo un total disparate.
Si desean echar una miradita a la obra de Melissa, pulsen aquí.
Hasta ahora he hablado de la sinestesia musical en relación con los colores, pero en la obra de Oliver Sacks que he revisado para este artículo, se menciona que existen también sinestesias musicales con los sabores. Según una investigación que cita, una segunda menor es ácida, mientras una mayor es amarga; asimismo, una tercera menor es salada, mientras una mayor es dulce.
Los músicos que poseen esta cualidad sinestésica indican que el color en la música les es fundamental, pues enriquece y da sabor a su pensamiento musical, les da pistas de lo bien encaminados que van cuando los colores se les presentan armónicos. Es así como la música tiene un carácter visual y resulta crucial a la hora de plasmar sobre el papel las composiciones
La amplitud de las correspondencias sonoras con otras percepciones puede ser muy grande y puede involucrar desde instrumentos musicales, el nombre de las cosas, hasta ruidos de animales y truenos. Para concluir esta entrada, citaré el testimonio sinestésicos de Sue B.
Cuando oigo música, veo pequeños círculos o barras de luz verticales que se hacen más brillantes, o más blancas, o mas plateadas en las notas más altas, y adquieren un delicioso marrón intenso en las más bajas. Si subo en la escala, siento una sucesión de puntos o barras verticales cada vez más brillantes, que ascienden, mientras que un trino, como el de una sonata para piano de Mozart, produce un parpadeo; Las notas altas y nítidas en un violin evocan líneas afiladas y brillantes, mientras que las notas tocadas con vibrato parecen titilar. Varios instrumentos de cuerda tocados al unísono evocan barras paralelas que se solapan, o, según la melodía, espirales de luz de diferentes tonos que titilan al mismo tiempo. Los sonidos de los instrumentos de viento producen una imagen como de abanico. Las notas agudas se colocan un poco delante de mi cuerpo, a la altura de la cabeza, y hacia la derecha, mientras que las notas bajas se ubican al centro del abdomen. Si suena un acorde, me envuelve.
Testimonio de Sue B. en: Musicofilia: relatos del cerebro y la música.